martes, 12 de abril de 2011

Un día en La Boca (Buenos Aires).

La Boca es uno de los barrios más pintorescos de Buenos Aires, desarrollado gracias a las corrientes migratorias del pasado siglo, especialmente de origen italiano y concretamente genoveses. Se extiende a orillas del curso conocido como el Riachuelo, cuya “boca” (desembocadura), de acceso al río de la Plata, fue desde antaño utilizada como puerto. Sus riberas se poblaron de astilleros, saladeros, depósitos de mercancías, almacenes navales y muchas otras instalaciones propias de las zonas portuarias.

Una visita a La Boca es una asignatura obligatoria para todo viajero que visite Buenos Aires.           



El colectivo 29 me trae desde Plaza de Mayo.




Empieza la actividad diaria en la Vuelta de Rocha.




El viejo puente Nicolás Avellaneda se refleja en las aguas del Riachuelo.















Buen lugar para tomar un cafecito al tibio sol invernal.




El Samovar de Rasputín.
























¡Ché, flaca!. Haceme una fotografía.



Los inmigrantes construyeron sus modestos alojamientos con maderas y chapas de zinc sobre estacas o pilotes en previsión a las frecuentes inundaciones; con la pintura sobrante del calafateado de los barcos, pintaban sus hogares de cualquier color, frecuentemente con más de uno. Las aceras, sobreelevadas, y el adoquinado de sus calles completan su vistoso estilo.















Al arribar a la llamada Vuelta de Rocha, prolongación de Pedro de Mendoza, por fin llegamos a una de las típicas metas turísticas de la ciudad de Buenos Aires: la calle Caminito. Caminito no nació como calle; en una época fue una desviación del ferrocarril que llevaba hasta las orillas del Riachuelo que con el tiempo cayó en desuso, convirtiéndose entonces en un atajo -caminito- muy utilizado por los vecinos de La Boca. Es por eso que la calle Caminito no tiene puertas, dado que a ella da la parte posterior de las casas que la flanquean; pintadas con colores muy vivos, los balcones rebosantes de plantas o de ropa tendida le dan un sabor característico. Una tapia de mediana altura sirve de soporte a murales, bajorrelieves y cerámicas, que en su mayoría hacen referencia al tema del tango. Y fue el tango quien le dio fama a Caminito, concretamente uno muy popular del mismo nombre obra de Juan de Dios Filiberto.


















¿Por qué a los grandes los nombran siempre con el diminutivo?.




Dieguito.




Evita.




Carlitos.














¿Qué mira la cana?.




¡Ah!, ya sé. A la mina.




Y Carlitos sonríe cómplice.




Y a mí; ¿nadie me mira?.




Estas son mis credenciales.














Tango...




...y más tango.




Que no falte.














Se va haciendo hora de morfar.









Pero antes un poco de tango callejero.









Sin dudarlo, y como de costumbre, me dirijo a El Obrero.




Un rincón asturiano mimetizado con la estética porteña.




Los platos escritos en las pizarras.




Un paseo por el Riachuelo para hacer la digestión.








Los barcos fluviales: Río de la Plata, Paraná, Uruguay...




Viejo y nuevo puente Nicolás Avellaneda.




Los barqueros de la isla Maciel.









La pampa húmeda invade los restos del naufragio.




Muchos barcos vienen a morir aquí.




Y algunos pasan temporadas en el dique seco; vamos, como yo.




La herrumbre se apodera de los moribundos.









La luz va aflojando a lo largo de la tarde...




...y las grúas y almacenes se difuminan en las aguas temblorosas.




Nicolás Mihainovich. Glorioso "vapor de la carrera" que...




...todas las noches unía Buenos Aires con Montevideo.




Evita nos dice adiós, pero aún no nos vamos.




Hay que gozar de la luz dorada...




...que suaviza los colores.














En muchos años, sólo vi una vez pasar un tren.









Ford Falcon. Un hermoso auto de nefasta memoria.




El tango sigue acechando. ¿Osvaldo Pugliese?.




Bailando en las cornisas de la vida.




En nada se encienden las farolas.




Las primeras.




Empiezan los nubarrones que barruntan sudestada.









El cielo se incendia.



Es hora de tomar un cafecito en La Perla.














No hay mejor lugar para conversar que los cafés de Buenos Aires.




¡Mozo!: una copita de caña Legui.




Compongo el tango de las sillas vacías.




Un vistazo al interior antes de volver a casa.




El motivo -cualquier excusa es buena- para volver siempre a Buenos Aires.