Desde hace unas semanas me ronda por la cabeza publicar un reportaje fotográfico sobre algún destino de Marruecos. Tánger, Marrakech y Essaouira eran los enclaves elegidos, pues las fotos de mis numerosos viajes anteriores las tengo en formato de diapositiva.
Lamentablemente la actualidad ha decantado la balanza hacia Marrakech y, concretamente, hacia ese universo intangible, inexplicable hasta que no lo experimentas, que es la place, la plaza Djemaa el Fna.
El 28 de abril de 2011, un atentado acabó con la vida de 16 personas –la mayoría de ellos turistas- en uno de los populares cafés que dan a la plaza, el café Argana, donde uno hace parada y fonda para descansar del trajín de los zocos, espiar la muchedumbre y tomar pausadamente un té a la menta.
Dada la ubicación, está claro el objetivo de los terroristas: dañar el turismo, la principal fuente de ingresos del país magrebí; evitar en lo posible la contaminación externa que "occidentaliza" la mente de los marroquíes y les hace pensar.
Animo a no ceder al chantaje del terror y a seguir visitando ese hermoso y mágico país. Yo así lo haré.
Café Argana.
La ceremonia del té a la menta.
Cercana a la Kutubia -esa mezquita que se caracteriza por tener un alminar gemelo a la Giralda de Sevilla- la plaza Djemaa el Fna es punto de drenaje de numerosas callejuelas que recorren el laberinto de la medina. Sólo hace falta dejarse llevar –si uno tiene un mínimo sentido de la orientación- o preguntar por la place, para terminar sucumbiendo en uno de los numerosos puestos de delicioso zumo de naranja que ponen una nota de color en el ocre de las construcciones.
Deliciosos zumos de naranja a 3 dirhams.
Su nombre parece derivar de palabras cuyo significado vendría a ser algo así como “asamblea de los aniquilados”, pues era aquí donde se ajusticiaba a los reos y se exhibían sus cabezas alrededor de la plaza, como en una reunión macabra. Otra versión señala que la palabra yâmii también significa mezquita, en alusión a que aquí estuvo la destruida aljama o mezquita mayor.
La plaza Djemaa el Fna es de grandes dimensiones y está rodeada por todos los lados - menos por uno- por la medina y sus zocos. En los laterales de la plaza se han establecido un buen número de cafés -como el café de France o el mencionado Argana- y restaurantes de todas las categorías, que abren sus terrazas hacia el espectáculo que se forma en esta monumental escena. Sus terrazas ofrecen un lugar privilegiado para tomar distancia de la multitud y observar todo el movimiento, todo el dinamismo de este verdadero espectáculo a cielo abierto, clasificado en el 2001 por Puestos de caracoles.
Todo en Marrakech gira en torno a la plaza. Miles de personas –foráneos y nativos- se dan cita diariamente en este espacio público, llenándolo de color, cultura y negocio. Contadores de cuentos, maestros exponiendo sus enseñanzas, profesores que enseñan Anatomía, encantadores de serpientes, danzantes, dentistas, músicos, tatuadoras de henna, vendedores de zumos de fruta o de caracoles, acróbatas, escritores de cartas, aguadores...; un infinito número de actividades y personas que se juntan y van abarrotando la plaza y sus callejas adyacentes según va llegando la noche.
Sólo uno de los flancos de la plaza no da a los zocos. En el fondo se observa la silueta de la Kutubia.
Va cayendo la tarde y es hora de ir buscando, con calma, un puesto para cenar.
Los puestos de comida, cada cual con su especialidad, inundan una parte de la plaza, que queda iluminada por cientos de bombillas e impregnada con el humo y multitud de olores.
Es hora de sentarse en un banco y degustar las especialidades locales: vísceras asadas, cabezas de cordero, pescados, cuscús, tajines, caracoles, pinchitos adobados, merguez, o bocadillos de carne picada. Eso sí, con bebidas sin alcohol.
Luego es el turno de los dulces y el enésimo té.
El aroma que se desprende de las parrillas inunda el ambiente de olores sugerentes.
A mí me recuerdan a un equipo de cirujanos.
Pero son cocineros expertos en las artes del carbón.
El ambiente es subyugante. Como telón de fondo la música folclórica callejera.
Lamentablemente en Marruecos los niños se inician excesivamente temprano en la vida laboral.
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