lunes, 21 de febrero de 2011

Tranvías de Lisboa.

Uno de los innumerables placeres de la capital portuguesa es encaramarse en alguno de los tranvías antiguos que trepan por sus colinas. Calles adoquinadas, farolas tenues, ropa colgando de los balcones, los lamentos de un fado saliendo por la puerta de un café popular, el olor a sardinas asadas... Son tópicos; pero tópicos que se mantienen a lo largo de los años porque son signos de identidad auténtica. Una amiga mía dice: soy como Lisboa, antigua y señorial. Y así es, sin ambigüedades, la capital lusitana.
Mantener os velhos elétricos es una apuesta muy acertada que hace que muchos, que hemos viajado en innumerables ocasiones a Lisboa, sintamos la necesidad de volver una y otra vez, buscando esos vestigios que no cambian con el paso de los años.
No me canso de apalancarme junto a una ventana de uno de esos tranvías de la carreira 28, la más larga de la ciudad entre Martín Moniz y el cementerio de Prazeres, pasando por algunos de los barrios más característicos de Lisboa, como Graça, Alfama, a Baixa, el Chiado o Estrela.
Mi última visita fue en el puente de Todos los Santos, y a pesar de un fuerte temporal de varios días que provocó numerosas inundaciones, y de un percance que me obligó a visitar las Urgencias de un hospital, aproveché las treguas de relativa bonanza para lanzarme a las calles en busca de graffitis, tranvías, y restaurantes donde degustar un buen plato de bacalao o una simple bifana con una cerveza Sagres preta.
































































































Enlace al blog del fotógrafo Rafa Pérez:






Todas las fotografías son de Antonio Vela, estando prohibida su reproducción en cualquier soporte sin la autorización explícita del autor.

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